- El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Amparo de mi vida es el Señor, ¿ante quién temblaré?
- Cuando los malvados se lanzan contra mí para comer mi carne, ellos, mis enemigos y contrarios, tropiezan y perecen.
- Si me sitia un ejército contrario, mi corazón no teme, si una guerra estalla contra mí, aún tendré confianza.
- Una cosa al Señor, sólo le pido, la cosa que yo busco es habitar la casa del Señor mientras dure mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y cuidar de su santuario.
- Porque él me dará asilo en su cabaña en tiempos de desdicha, me ocultará en el secreto de su tienda, y me alzará sobre la roca.
- Y ahora mi cabeza se levanta sobre mis enemigos que me cercan. Jubiloso en su carpa ofreceré sacrificios con aclamaciones. Quiero cantar, tocar para el Señor.
- Señor, oye la voz con que a ti clamo, escucha, por piedad.
- Mi corazón de ti me habla diciendo: “Procura ver su faz”.
- Es tu rostro, Señor, lo que yo busco, no me escondas tu cara. Con enojo a tu siervo no rechaces; eres tú mi defensa, ¡no me abandones, no me dejes solo, mi Dios y Salvador!
- Si me abandonaran mi padre y mi madre, me acogería el Señor.
- Enséñame, Señor, tus caminos, y guíame por sendero llano.
- Líbrame del afán de mis contrarios, pues contra mí se levantan falsos testigos que lanzan amenazas.
- La bondad del Señor espero ver en la tierra de los vivientes.
- Confía en el Señor, ¡ánimo, arriba! espera en el Señor.